Creo haber oído por ahí que el verano no es época de tartas. Que es una estación más adecuada para otros postres. Más adecuada para helados. Para batidos. Para granizados. Y todo ello me parece muy bien. Pero ¿por qué vamos a discriminar a las pobres tartas? ¿Qué culpa tienen ellas? No son las que nos hacen sudar la gota gorda con el calor. El verdadero culpable de todo es el horno, que es a quien tenemos que mantener alejado de nosotros. Porque las tartas también pueden ser fresquitas. Y refrescar. Prueba de ello es esta tarta helada de queso y mango.